El mundo está loco, definitivamente loco. Lo rico, engorda. Lo lindo sale caro. El sol que ilumina tu rostro, arruga. Y lo realmente bueno de esta vida, despeina.

domingo, 20 de noviembre de 2011

entre blanco y negro, está el gris.

Me siento en el sofá de la buhardilla, con un capuccino caliente en una mano y un cigarro en la otra, justo debajo de las velux. De repente, mientras yo estaba ocupada pensando, se escucha el choque de una gota en el cristal, y luego otra, y luego otra... Miro hacia arriba y no hay cielo, es totalmente blanco, típico de esos días que sabes que acabará lloviendo a mares.
Puede ser que mi día vaya acorde con el cielo, con el tiempo... Sabes que va a llover porque no es un cielo normal, pero no hay nubes grises que lo manifiesten claramente.

viernes, 12 de agosto de 2011

va por tí.

20, gran número. Los felices años 20 o años locos (desde luego estoy de acuerdo); el 20 de noviembre la muerte de Francisco Franco, a la vez que es el día universal del niño; “20 y serenos”, el duodécimo disco del grupo español Los porretas; son 20 los aminoácidos principales que componen el organismo; “20 poemas de amor y una canción desesperada” escribió Pablo Neruda; los 20 mejores goles del mundo pertenecieron, entre otros, a Diego Armando Maradona (1986), Marco Van Basten (1988), Zinedine Zidane (2002), Saeed Owairan (1994), Pele (1958), Archie Gemmill (1978), Carlos Alberto (1970), Ferenc Puskás (1953), y un largo etcétera…
Existen una infinidad de hechos importantes en los que se ve implicado el número 20. Hoy sucede algo más en lo que interviene… y es que son los años que cumples. Son los más de 20 momentos que hemos pasado juntos desde que nos conocemos. Son las 20 conversaciones que hemos tenido sobre ti y las 21 que hemos tenido sobre mí. Son los 20 segundos que tardamos en entendernos con una mirada. Son los 20 días que no podemos estar sin vernos. Son los 20 millones de veces que te he dicho que te quiero, y que continuaré diciéndotelo.
Agradezco a tus padres que hace 20 años nacieses, agradezco al destino que nos situase en el mismo lugar y agradezco a otras personas que me condujesen hasta ti.
Han pasado 20 años, justo hoy, pero quedan otros 20… y otros 20… y otros 20… Y en todos esos 20 seguiremos de la mano, caminando juntos, superando adversidades. Siendo tan extremadamente diferentes que nos convertimos en iguales.

He intentado reflejar en la introducción numerosos hechos históricos (algunos más, otros menos) en los que interviene el número 20, pero esto tiene su explicación, claro está. Tú adoras la historia, y es a lo que vas a dedicar tu vida o, al menos, los próximos años. Te convertirás en un gran historiador, un sabio, un entendido en cuanto al pasado se refiere. Vas a ser alguien grande que enseñará a los demás lo que ha pasado antes para poder entender lo que pasa ahora, pero a mí me enseñarás la primera, como siempre haces.
Como ya he dicho el 20 es un gran número para la historia, y hasta donde yo sé desde hoy tú empiezas a formar parte de ella. Aunque de la mía empezaste a formar parte hace años.

lunes, 4 de julio de 2011

Es lo último que escribí para tí.

Nunca me han gustado las palabras, y es paradójico que esto lo diga una persona que escribe, pero es así. Siempre he sido una mujer de pocas palabras. A mí me han importado mucho más los hechos desde que tengo uso de razón. Que me despierten por las mañanas con un beso en la frente, o que una simple mirada me diga todo. Que una sonrisa dependa de que yo ría y una pena dependa de mi felicidad. Que cuando esté en mis peores momentos me digan que me quieren, y cuando esté en los mejores me lo digan más aún. Que cada día sea una nueva aventura y que por mí fuese capaz de subir hasta la luna para traérmela como llavero. Que me rompa las medias en una noche de locura y al día siguiente me sorprenda con otras en la mano. Que sólo le importe lo que yo piense y no lo que digan los demás, porque el resto del mundo debería ser sordo entre nosotros (si no se escandalizarían). Que me haga enmudecer cuando estoy enfadada, y se ría de mis nervios cuando los tenga, sólo para hacer que me tranquilice. Que si lloro no me deje su hombro, que me deje sus brazos para perderme entre ellos. Que yo le importe y me lo demuestre, que no le importe y esté conmigo. Que esto es lo que yo siempre quise, hechos que me dejen sin aliento y me hagan suspirar. Que las palabras se las lleva el viento, y un te quiero sin demostración no vale nada.

miércoles, 15 de junio de 2011

JLB

Porque las cosas más sinceras se dicen con los ojos, y si ahora te pudiese mirar a la cara te diría que te quiero.

martes, 7 de junio de 2011

El primer día del resto de mi vida.

Tú eras el cacique y yo la coca-cola, hasta que el par de hielos aguó nuestra mezcla. Tu eras el principito y yo el zorro al que domesticabas, hasta que la rosa murió de pena. Tú me escupías sonrisas y yo absorbía su energía, hasta que la lluvia mojó nuestro hilo conductor.
Y cada día recuerdo cada momento de cada hora de cada pedacito de felicidad que sentía. Y por fin llego hoy, si, hoy. El día que terminé de leer nuestro libro de recuerdos, el día que ni una mirada conseguía removerme por dentro, el primer día del resto de mi vida. Dije siempre, y siempre seguirá siendo siempre, pero tal vez, el siempre de una vida en la que aun no nos hemos reencarnado.

El mapa de la vida.

A estas alturas ya has de saber que la vida es como un paseo en el que, aunque a veces pares a sentarte porque estás cansado, porque ya duelen las ampollas, siempre sigues caminando… y hasta donde te lleven los pies. Y si aún no lo sabías, me encargo yo de decírtelo.
Claro que la vida no es fácil, ¿a alguien le dijeron que lo fuese? Cuando nacemos nos entregan un mapa lleno de líneas, tantas que no se ve lo que hay debajo, para que con el paso del tiempo nosotros mismos seamos capaces de ir borrando las líneas que nos sobran y de ir colocando otras en distintas posiciones. A veces nos equivocaremos y las líneas que habíamos reubicado nos llevarán a lugares que no nos gustarán, pero entonces solo hay que borrarlas y colocarlas en otra dirección, y siempre seguir caminando.
Siempre hay momentos en los que piensas… “Joder, ¿y a mí por qué no me dieron un mapa con las líneas ya trazadas? Así me ahorraría todo el sufrimiento”. Pero párate a pensarlo por un instante y dime, ¿sería interesante? Saber por el camino que debes ir desde el principio, sin cruzarte con piedras o con barrancos, sin ponerte a prueba de vez en cuando para que puedas decir “Sí, yo he podido con esto” (o un simple “Yes, we can”).
Recuerda que lo fácil siempre es tener todo hecho, pero también es lo aburrido.
Lucha, haz y deshaz líneas hasta encontrar el camino correcto, indaga en tu camino y, sobre todo, nunca dejes de caminar, porque lo más bonito de la vida es el último lugar al que te van a llevar tus pies, y eso nadie debería perdérselo.

sábado, 12 de marzo de 2011

mujer fría.

Para la ocasión, se pone un vestido nuevo. Es azul noche, todo drapeado, ajustándose a cada curva de su vertiginosa piel. Las medias de cristal doran el color de sus piernas, avecinándola a lugares remotos del sur, donde las mujeres lucen pieles tostadas al sol. Sus largas piernas se estilizan aún más gracias a los zapatos de salón. Frente al espejo, se atusa el cabello, disponiéndolo, con ayuda de unas horquillas negras, en un moño italiano. Pone rubor en sus mejillas y brillo en los labios. Se peina las pestañas y perfuma su nuca. Un tocado de redecilla cae sobre sus ojos velando la mirada. Nadie diría que ha pasado la noche en vela, haciendo tintinear los hielos de un vaso infinito. Nadie diría que acababa de beberse una botella de ron y de haber echado bilis por la boca.
Sale por la puerta de casa y tras las mirillas las vecinas la observaban en un malicioso silencio. Todas prohíben a sus maridos siquiera mirarla, pero, por ella, los muy cretinos, se tumbarían como alfombras rojas, para que ella pisara sobre sus cuerpos blandos y mansos y les clavara dulcemente los tacones de aguja. Por eso, ella baja los escalones contoneando sus caderas como una marea mortífera, y sus vecinas se escandalizan sin saber que, en cierto modo, también ellas la aman. Así es como se aleja de su inmundo vecindario hasta llegar a su destino. Una vez allí adopta su postura habitual y espera a que algún cretino la aborde. Nadie diría que aquella mujer es incapaz de amar. Nadie diría que, como todas las mañanas, se dirige a su lecho de muerte. Nadie diría que abrazará una vez más la lluvia mansa bajo las sábanas. Para la ocasión, volverá a darse por muerta en aquel oscuro reino.